(8 de marzo de 1999, Kenia)
Un ladrón de mediana edad se sentó en silencio durante el servicio dominical en la Catedral de Todos los Santos en Nairobi. Pero cuando la canasta de ofrendas pasó, los demás adoradores se asombraron al ver que guardaba puñados de dinero en sus bolsillos.
Al darse cuenta de que lo habían visto, el ladrón huyó de la iglesia y se dirigió a una carretera muy transitada, donde un autobús a toda velocidad lo mató. ¿La causa de la muerte? Un acto de Dios. ¿La moraleja? No molestes al gobernante del universo, o tal vez termines ganando un Premio Darwin.