(29 de enero de 1998, Ohio) ¿Sería hambre o simplemente estupidez? El miércoles fue un día fatídico para Michael. Estaba pasando el tiempo tomando la brisa con un grupo de amigos, viendo a un amigo limpiar su pecera, cuando el amigo se quejó de que un espécimen en particular se había convertido en una amenaza para los peces. Había crecido más que el tanque, y se estaba comiendo a otros habitantes de la comunidad acuática.
Michael se ofreció como voluntario para ayudar. Cogió el pescado de casi centímetros e intentó tragárselo. Desafortunadamente, el pez continuó con sus costumbres depredadoras metiéndose en su buche. Mientras jadeaba inútilmente en busca de aliento, se puso azul y se puso de rodillas, sus tres amigos se dieron cuenta de que algo andaba mal. Llamaron al 911 e informaron al operador que Michael había comido algo de pescado y que tenía problemas para respirar.
Una ambulancia fue enviada rápidamente, y llegaron para encontrar la cola del pez que aún sobresalía de la boca de la víctima. A pesar de sus mejores esfuerzos, ni el pez ni el joven de veintitrés años pudieron ser resucitados. El pez asesino se había llevado una última víctima.