(30 de septiembre de 1996, Finlandia) En una estación ferroviaria privada, un ingeniero y dos miembros de la tripulación llevaban vagones de mercancías a sus puntos de descarga. La tarea final fue atracar trece carros de madera cargados y uno lleno de amoníaco. El miembro de la tripulación a observar estaba montando en la tarima del carro de amoníaco, sosteniendo un pasamanos para mantener el equilibrio. Esta práctica común se considera segura, ya que la velocidad máxima de maniobra es de 5 km/h.
Sin embargo, su siguiente movimiento fue cualquier cosa menos seguro.
El coche de amoníaco tenía que ser separado de los coches de madera. Siguiendo el procedimiento normal, el tren se detiene después del cambio y se vuelve a la vía correcta, donde se desacoplará el vagón de amoníaco, y luego el resto del tren continúa. Pero el ingeniero no estaba seguro de que el motor del patio pudiera empezar a moverse de nuevo con la madera, así que decidió dejar el coche de amoníaco en la pista nivelada después de la pendiente más allá del interruptor.
Compartió este plan con su tripulación.
El inteligente tripulante del vagón de amoníaco se dio cuenta de que el nuevo plan del ingeniero significaba más trabajo para él, así que decidió hacerlo más fácil para él mismo y desacoplar el vagón de amoníaco mientras el tren se movía, sin informar a los demás.
Para desacoplar el coche, realizó las siguientes tareas: Se movió de la mesada al guardabarros y al acoplador, que no tienen un punto de apoyo real, colgado del pasamanos del coche de amoníaco, y cerró la válvula del interruptor. Luego colgó del pasamanos del vagón de madera y cerró la válvula del interruptor. Desconectó la manguera del freno del coche con el pie. Por último, desconectó el acoplador, desacoplando los coches.
Después de lograr esta impresionante hazaña acrobática, el miembro de la tripulación tuvo que parar el coche de amoníaco en el lugar correcto. Tenía la intención de usar la válvula de freno junto a su pie. Sin embargo, cuando se desconecta la manguera del freno entre automóviles, al abrir la válvula de freno se produce un frenado de máxima resistencia de emergencia. Aunque el tripulante era consciente de ello, la fuerza del frenado aparentemente le sorprendió. Como se aferraba precariamente al coche de amoníaco, un pie en el guardabarros y un pie en la válvula de freno, no estaba en posición de mantener el equilibrio. Fue arrojado a la barandilla, donde las ruedas delanteras del vagón de amoníaco le atravesaron el torso, matándolo instantáneamente.
El coche se detuvo a menos de cinco metros de distancia, 150 metros antes de tiempo, por lo que sus esfuerzos de ahorro de tiempo fueron en vano.